
Temprano en la mañana del 14 de noviembre de          1963, la tripulación del barco pesquero 
Isleifur II notó          un extraño olor en el aire, parecido al del azufre, pero lo consideró          de poca importancia. Alrededor de una hora después, el barco, navegando          cerca de la costa de Islandia, comenzó a balancearse en forma extraña.          A la débil luz del amanecer, la tripulación observó          hacia el sur que se elevaba humo oscuro. Pensando que se podría          haber incendiado un barco, verificaron si había algún mensaje          de S.O.S en la radio, pero no se oía ninguno. Por medio de sus          binoculares, el capitán observó que surgían del mar          unas negras columnas a aproximadamente un kilómetro de distancia.          La tripulación inmediatamente sospechó que era un volcán;          después de todo, debían saberlo porque provenían          de Islandia, donde la actividad volcánica es casi una forma de          vida. Los pescadores estaban justamente sobre la cadena volcánicamente          activa del centro del Atlántico. Allí el fondo del océano          está a aproximadamente 100 metros bajo el nivel del mar, de manera          que la actividad de un volcán submarino se puede notar fácilmente          desde la superficie.
       
 La perturbación continuó todo el día,          con piedras, destellos de luz y una columna de vapor, ceniza, y humo,          que se elevaban a tres kilómetros de altura en el aire. En cinco          días, donde antes sólo había mar abierto, se había          formado una isla de 600 metros de largo. La isla, luego llamada “Surtsey”          en honor al mitológico gigante “Surtur”, con el tiempo          llegó a tener un diámetro de casi dos kilómetros.          Sorprendentemente, cuando los científicos la recorrieron, tenía          el aspecto de haber estado allí por mucho tiempo. En un período          de unos cinco meses se habían formado una playa y un acantilado          de aspecto maduros. Uno de los investigadores comentó: “Lo          que en otros lugares requiere miles de años puede llevar unas pocas          semanas o aún pocos días aquí. En Surtsey alcanzaron          sólo unos pocos meses para crear un paisaje tan variado y maduro          que era casi increíble”.1
       
 Por lo general, en nuestra tierra relativamente plácida,          los cambios no ocurren muy rápidamente, pero a veces eventos como          la formación de la isla Surtsey nos recuerdan que pueden ocurrir          cambios catastróficos rápidos.
       
 Catastrofismo y uniformismo
       
 Tanto el catastrofismo como el uniformismo han jugado          un papel importante en la interpretación de la historia de la tierra.          El primero supone eventos geológicos mayores rápidos e inusuales,          mientras que el segundo afirma el concepto contrario, de cambios lentos,          pequeños y prolongados. Las largas edades requeridas para cambios          lentos uniformistas demandan que se descarte el registro bíblico          de una creación reciente cuando se explica la formación          de inmensos estratos geológicos y de fósiles que aparecen          en la superficie de la tierra. El uniformismo está más de          acuerdo con una historia evolucionista prolongada y largas edades geológicas,          mientras que el catastrofismo está más de acuerdo con el          concepto bíblico de una creación reciente y un diluvio mundial          posterior. El diluvio bíblico, que pudo haber depositado los estratos          geológicos rápidamente, representa el mejor ejemplo de catastrofismo.
       
 A través de casi toda la historia humana, el          catastrofismo fue una opinión bien aceptada,2          figurando en la mitología antigua y en la antigüedad grecorromana.          El interés disminuyó durante los tiempos medievales, aunque          los árabes seguían de cerca a Aristóteles, quien          creía en las catástrofes. El renacimiento vio un interés          renovado en el asunto. Frecuentemente se explicaban los abundantes fósiles          marinos encontrados en los Alpes como resultado del diluvio. Los siglos          XVII y XVIII presenciaron intentos de armonizar la ciencia con los registros          bíblicos de la creación y del diluvio. No obstante, hubo          algunos detractores notables, tales como René Descartes (1596-1650),          que sugirieron que la tierra se formó por un proceso de enfriamiento.          Las ideas ortodoxas comenzaron a modificarse, tales como las sugerencias          de que el diluvio pudo haber sido el resultado de causas naturales y que          tal vez no formó todos los estratos de rocas sedimentarias. Georges          Cuvier (1769-1832) propuso la idea de las catástrofes múltiples          en Francia, y durante este período algunos otros intelectuales          defendieron el uniformismo.
       
 Al mismo tiempo, en Inglaterra, hubo un fuerte apoyo          para el diluvio bíblico de parte de autoridades influyentes como          William Buckland, Adam Sedgwick, William Conybeare y Roderick Murchison.          En este ambiente apareció un libro que tendría más          influencia en el pensamiento geológico que cualquier otro.
       
 El libro “Principles of Geology”3          apareció por primera vez en 1830. Escrito por Charles Lyell, cambió          profundamente el clima prevaleciente del pensamiento geológico          del catastrofismo a los cambios estrictamente lentos del uniformismo.          Hacia la mitad del siglo XIX, el uniformismo había llegado a ser          un concepto dominante y el catastrofismo una opinión menguante.          Varios esquemas trataron de reconciliar el registro bíblico de          una creación reciente con las largas eras geológicas propuestas          por el uniformismo.
       
 El evento Bretz
       
 En 1923 el geólogo Harlen Bretz, de opinión          independiente, describió uno de los paisajes más inusuales          que se encuentran en la superficie de nuestro planeta. Se trata de unos          40.000 kilómetros cuadrados en la región sudeste del estado          de Washington (E.U.A.), que se caracteriza por una amplia red de enormes          canales secos. A veces éstos tienen muchos kilómetros de          ancho, formando un laberinto de montes aislados y cañones cortados          en la dura roca volcánica. A diferencia de los valles comunes de          los ríos, que generalmente tienen una amplia forma en V en corte          transversal, estos canales frecuentemente muestran costados empinados          y fondos planos, en forma de U. Además, se han encontrado a diferentes          alturas enormes montículos de grava fluvial. La evidencia de centenares          de antiguas cataratas, algunas de hasta 100 metros de altura, con grandes          pozos de caída erosionados en sus bases, testifican que existió          algo muy inusual.
       
 ¿Cómo se formó este terreno tan          extraño? Bretz tenía una idea, pero era lo suficientemente          extravagante como para que provocara una controversia geológica          que duró 40 años. En su primera publicación sobre          este tema, Bretz no expresó su sospecha acerca de una gran inundación          catastrófica, sino sólo indicó que se habrían          requerido prodigiosas cantidades de agua.4          Sin embargo, más adelante el mismo año, publicó un          segundo ensayo expresando su opinión de que este paisaje había          sido formado por una inundación catastrófica realmente enorme,          pero breve. Esta inundación había derruido el área,          erosionado los canales y depositado los inmensos bancos de grava.5
       
 En ese tiempo, los geólogos se oponían          a cualquier tipo de explicación asociada con catástrofes          y Bretz sabía esto. El uniformismo era el enfoque aceptado y no          se les daba importancia a los volcanes y terremotos, aunque se reconocía          que tenían un efecto. El catastrofismo era anatema; estaba en la          misma categoría en la que se encuentra hoy el creacionismo en muchos          círculos científicos—totalmente inaceptable. La comunidad          geológica tenía que tratar con este joven advenedizo Bretz,          que estaba completamente fuera de línea. Sus ideas heréticas          se hallaban incómodamente cerca de la idea del diluvio bíblico          que los científicos rechazaban.6          Estos pensaban que adoptar las teorías de Bretz significaría          un retroceso hacia la “Alta Edad Media”.7
       
 Mientras Bretz, que era profesor de geología          en la Universidad de Chicago, continuaba con sus investigaciones y publicaciones,          algunos geólogos decidieron tratar de persuadir a su colega rebelde.          En 1927, fue invitado a presentar sus puntos de vista ante la Geolgical          Society of Washington, DC. Había un propósito especial detrás          de esta invitación: “una verdadera falange de escépticos          se habían congregado para debatir la hipótesis de la inundación”.8          Después de la presentación de Bretz, cinco miembros de la          prestigiosa U. S. Geological Survey presentaron sus objeciones y explicaciones          alternativas tales como la glaciación y otros cambios lentos.9          ¡Dos de esos geólogos ni siquiera habían visitado          la zona! Al contestarles, 
       
 Bretz, un tanto cansado, comentó: “Sin          embargo, tal vez mi actitud de finalidad dogmática resultó          ser contagiosa”.10 Uno de los mayores          problemas de la idea de Bretz quedaba sin contestar: ¿De dónde          salió tanta agua de repente? Aparentemente ninguna opinión          cambió en la reunión; la idea de una inundación catastrófica          todavía les parecía absurda a la mayoría de los científicos.
       
 Durante los años siguientes, la comunidad geológica          se concentró en desarrollar alternativas para el modelo de Bretz.          En las palabras de Bretz, la “herejía debe ser sofocada en          forma suave pero firme”.11 No obstante,          los estudios de campo continuaron produciendo datos favorables a la interpretación          catastrófica, y el conflicto comenzó a moderarse. Bretz          y otros encontraron una fuente para las aguas de la inundación.          El antiguo Lago Missoula una vez había albergado hacia el este          2.100 kilómetros cúbicos de agua. Cierta evidencia indicaba          que el hielo había represado el lago. Una ruptura repentina del          hielo habría liberado el agua necesaria para producir la evidencia          de la rápida erosión observada hacia el oeste. El mejor          apoyo para esta explicación apareció posteriormente cuando          los científicos encontraron ondas gigantes tanto en el Lago Missoula          como en la región de los canales hacia el oeste. Probablemente          algunos de ustedes estén familiarizados con las líneas de          ondas paralelas que se observan frecuentemente en los lechos arenosos          de los arroyos y ríos. Estas generalmente tienen unos pocos centímetros          de cresta a cresta. Pero las ondas en el lecho del Lago Missoula y hacia          el oeste eran gigantescas, medían hasta 15 metros de alto, con          una distancia de 150 metros de cresta a cresta.12          Sólo inmensas cantidades de agua moviéndose rápidamente          podrían producir tal efecto. Algunos estudios más recientes          se han concentrado en los detalles. Hay quienes sugieren que pudo haber          habido tantos como ocho o más episodios diluviales.13          Uno de los estudios propuso que el agua fluía a 108 kilómetros          por hora, erosionando los profundos canales en la dura roca volcánica          en pocas horas o días.14
       
 Finalmente las interpretaciones maestras de Bretz basadas          en el estudio cuidadoso de las rocas fueron aceptadas por la mayoría          de los geólogos. En 1965 la Asociación Internacional para          la Investigación del Cuaternario organizó un viaje de estudio          a la región. Al cierre de la conferencia, Bretz, quien no pudo          asistir, recibió un telegrama de los participantes con sus saludos.          El telegrama terminaba con la siguiente oración: “Ahora todos          somos catastrofistas”.15 En 1979          Bretz fue premiado con la Medalla Penrose, el premio geológico          más prestigioso de Estados Unidos. Bretz había ganado; y          el catastrofismo también. Este “Noé” de los tiempos          modernos y su igualmente indeseada inundación habían sido          vindicados.
       
 Corrientes de turbidez
       
 A mediados del siglo XX, algunos geólogos habían          notado que el uniformismo estricto contradecía la información          proporcionada por las rocas mismas. Bretz había hallado evidencias          de acción muy rápida. Otros científicos encontraban          estratos sedimentarios con ambos componentes, de aguas playas y profundas.16          ¿Cómo se podrían haber mezclado entre sí bajo          condiciones tranquilas? La conclusión: catastróficas corrientes          submarinas de barro, que comienzan desde aguas someras y fluyen hacia          aguas profundas. Estas rápidas corrientes de barro, llamadas corrientes          de turbidez, producen depósitos especiales llamados turbiditas.          Las turbiditas han llegado a ser sorprendentemente comunes en todo el          mundo. Unos pocos pensadores audaces han sugerido otras actividades catastróficas          tales como extinciones masivas causadas por flujos de radiación          cósmica17 de alta energía          y el repentino derramamiento de agua fría del ártico sobre          los océanos del mundo.18 Todas          estas teorías indican una creciente separación del estricto          uniformismo.
       
 El golpe de gracia para el dominio de las explicaciones          uniformistas no provino, sin embargo, del estudio de las rocas mismas,          sino de los fósiles que contenían. ¿Por qué          desaparecieron los dinosaurios cerca del fin del cretácico, y por          qué son evidentes otras extinciones masivas en otros niveles del          registro fósil? Debe encontrarse alguna causa razonable. Se han          propuesto varias explicaciones para la extinción de los dinosaurios,          desde la inanición y la ingestión de hongos venenosos hasta          la fiebre del heno. No obstante, su desaparición ha sido considerada          en general como un misterio. Entonces en 1980 Luis Alvarez, laureado con          el premio Nóbel, de la Universidad de California en Berkeley, y          otros19 sugirieron que la inusual abundancia          del elemento iridio encontrado en una cantidad de lugares alrededor del          mundo al final de los estratos cretácicos pudo haber provenido          de un asteroide que chocó contra la tierra y mató a los          dinosaurios. La idea generó una reacción mixta. Algunos          la cuestionaron porque los dinosaurios y otros organismos no parecen haber          desaparecido tan rápidamente según los estratos fósiles.          Otros propusieron una extensa actividad volcánica e incendios mundiales,          o el impacto de un cometa en vez de un asteroide.
       
 El debate acerca de los detalles continúa, pero          la puerta hacia las interpretaciones catastrofistas está abierta          de par en par. La literatura científica informa hoy una amplia          gama de repentinos cambios mayores.
       
 Ideas catastróficas más recientes
       
 Algunas de las ideas catastróficas más          recientes proponen que los cometas o los asteroides podrían elevar          olas marinas de hasta una altura de ocho kilómetros20          y mandar penachos volátiles de agua a cientos de kilómetros          por sobre la superficie de la tierra.21          Otros efectos propuestos incluyen ráfagas de aire a 500° C          viajando a 2.500 kilómetros por hora que matarían la mitad          de la vida sobre la tierra, y terremotos globales acompañados de          olas terrestres que llegarían a la altura de 10 metros. También          se propuso la apertura de grietas que van desde 10 a 100 kilómetros          y la rápida formación de montañas.22          Hasta hay una sugerencia de que estos impactos podrían haber iniciado          la ruptura del super continente antiguo de la tierra llamado Gondwana.23
       
 El catastrofismo ha retornado en forma rápida,          pero no es exactamente el catastrofismo clásico de hace dos siglos          que incorporó el diluvio bíblico como un evento geológico          mayor.24 Es interesante que algunos geólogos          recientemente sugirieron que un impacto extraterrestre podría estar          relacionado con el registro del diluvio por parte del Génesis.          En el presente, se acepta fácilmente la idea de rápidas          catástrofes mayores, pero en contraste con el diluvio bíblico,          que duró sólo un año, se introduce mucho tiempo entre          muchas catástrofes mayores. El término neocatastrofismo          parece estar ganando aceptación, mientras que se hacen intentos          por distinguir el concepto nuevo del catastrofismo antiguo. El retorno          a las interpretaciones catastrofistas ha sido identificado como “un          gran adelanto filosófico”,25          y se acepta que “se está reconociendo en forma creciente el          profundo papel de grandes tormentas a través de la historia geológica”.26          Esta última opinión encaja bien con el modelo bíblico          del diluvio como extensas series de tormentas durante el año del          diluvio.
       
 El neocatastrofismo ha estimulado la reinterpretación          de muchos aspectos geológicos. Por ejemplo, muchos depósitos          sedimentarios que se pensaba que se habían acumulado lentamente          ahora son interpretados como el resultado de rápidas corrientes          de turbidez, y un número de arrecifes de coral fósiles,          de los que previamente se pensaba que se habían formado lentamente,          ahora son reinterpretados como rápidas corrientes de deyecciones.
       
 Ejemplos de acción rápida
       
 Bajo condiciones normales y tranquilas, los cambios          en la superficie terrestre son muy lentos. No obstante, hay muchos ejemplos          de actividad catastrófica que sugieren cambios mayores en poco          tiempo.
       
 La erosión puede ocurrir muy rápidamente.          En 1976 la recientemente construida represa “Teton” en Idaho,          Estados Unidos, comenzó a perder agua de manera incontrolable y          el torrente cortó a través del sedimento hasta una profundidad          de 100 metros en menos de una hora. La represa estaba hecha de sedimento          blando, que es erosionado fácilmente. No obstante, se ha propuesto          que los canales de Bretz, mencionados anteriormente, que están          en dura roca basáltica, fueron cortados hasta una profundidad equivalente          en unos pocos días. Se ha determinado que la capacidad de acarreo          del agua en movimiento aumenta como la tercera a cuarta potencia de la          velocidad.27 Esto significa que si la          velocidad de la corriente aumenta diez veces, el agua puede transportar          de 1.000 a 10.000 veces más de sedimentos.
       
 Los no creacionistas a veces señalan que la          columna geológica es demasiado gruesa como para haber sido depositada          en el único año del diluvio.28          Esto no es un argumento significativo. Mientras que la mayoría          de los creacionistas excluirán la porción más baja          (precámbrico), y las más altas de la columna geológica          del diluvio, algunas tasas de deposición actuales son tan veloces          que no habría problema para depositar la columna entera en unas          pocas semanas. Las corrientes de turbidez pueden depositar su sedimento          en una sola localidad en unos pocos minutos o menos, y sobre miles de          kilómetros cuadrados en unas pocas horas. Turbiditas inmensas,          llamadas megaturbiditas, encontradas en España tienen          espesores de hasta 200 metros, junto con un inmenso volumen de 200 kilómetros          cúbicos.29 También hay          varios métodos, además de las corrientes de turbidez, que          causan la rápida deposición de los sedimentos. Un intenso          diluvio durante un año podría depositar una gran cantidad          de sedimentos.
       
 Frecuentemente se supone que la acumulación          de gruesos estratos de minúsculos microorganismos tales como los          acantilados blancos de Dover en Inglaterra requieren largos períodos          de tiempo. Pero tal acumulación puede ocurrir rápidamente.          A lo largo de la costa de Oregon, Estados Unidos, una tormenta de tres          días con fuertes vientos y lluvia depositó de 10 a 15 centímetros          de diatomeas microscópicas a lo largo de 32 kilómetros.          He visto un ave fósil preservada y muchos peces en gruesos depósitos          de diatomeas microscópicas cerca de Lompoc, California. También          se encontró una ballena en este depósito. Tal preservación          requeriría un sepultamiento rápido antes de que ocurra la          desarticulación del organismo.30          Se descubrió que la desarticulación de las aves normalmente          sucede en unos pocos días. Es evidente que algunos estratos de          organismos microscópicos han sido depositados rápidamente.
       
 Algunas deducciones
       
 Podemos aprender lecciones de la historia de las interpretaciones          del catastrofismo y del uniformismo. Durante milenios, fueron aceptadas          las catástrofes; luego, por más de un siglo, fueron virtualmente          erradicadas de todo pensamiento científico. Y ahora son aceptadas          nuevamente. Esto ilustra cómo la ciencia cambia a menudo sus puntos          de vista, y a veces aun acepta conceptos que había rechazado anteriormente.          La Biblia, por otro lado, no cambia. Es de interés que la renovada          aceptación de las catástrofes provino mayormente del estudio          de las rocas mismas. Deberíamos ser cautelosos en cuanto a aceptar          posturas generales, como el uniformismo, que están basadas en la          opinión o en una cantidad restringida de información. Por          otra parte, las interpretaciones catastrofistas más recientes,          ahora vueltas a ser aceptadas por la ciencia, muestran que eventos aun          mayores pueden ocurrir rápidamente. Lo cual torna al registro bíblico          de los orígenes, incluyendo a la creación y el diluvio,          mucho más plausibles.
       
Fuente: Diálogo Universitario
Autor: Ariel Roth (Ph.D., University of Michigan) es el director          de Origins y ex director del Geoscience Research Institute. Su          libro: Origins: Linking Science and Scripture, del cual se ha          adaptado este artículo, ha sido publicado recientemente por la          Review and Herald Publishing Association.
Notas y referencias.  1.   S. Thorarinsson, Surtsey: The          New Island in the North Atlantic, S. Eysteinsson, tr. (New York:          The Viking Press, 1964), p. 39.   2.   Para análisis generales,          ver: D. Ager: The New Catastrophism: the Importance of the Rare Event          in Geological History (Cambridge and New York: Cambridge University          Press, 1993); A. Hallam: Great Geological Controversies, 2d.          ed. (Oxford and New York: Oxford University Press, 1989), pp.30-64, 184-215;          R. Huggett, Cataclysms and Earth History: the Development of Diluvialism          (Oxford: Clarendon Press, 1989).   3.   C. Lyell: Principles of          Geology; or The Modern Changes of the Earth and Its Inhabitants Considered          as Illustrative of Geology, ed. rev. (New York: D. Appleton &          Co., 1857).  4.   J. H. Bretz: “Glacial Drainage          on the Columbia Plateau”, Geological Society of America Bulletin          34 (1923): 573-608.  5.   Bretz: “The Channeled Scablands          of the Columbia Plateau”, Journal of Geology 31 (1923):          617-649.  6.   J. E. Allen, M. Burns, y S.          C. Sargent: Cataclysms on the Columbia: Scenic Trips to the Northwest’s          Geologic Past, No. 2 (Portland, Ore.: Timber Press, 1986), p. 44.  7.   J. H. Bretz: “The Channeled          Scabland: Introduction”, in V. R. Baker, ed., Catastrophic Flooding:          the Origin of the Channeled Scabland: Benchmark Papers in Geology          55 (Stroudsburg, Penna.: Dowden, Hutchinson & Ross, 1981), pp. 18,          19.  8.   Baker, p. 60 (nota 7).  9.   Para un informe de las presentaciones          y discusiones, ver: J. H. Bretz: “Channeled Scabland and the Spokane          Flood” in Baker, pp. 65-76.  10. Id., p. 74.  11. J. H. Bretz, H. T. U. Smith, y G. E. Neff:          “Channeled Scabland of Washington: New Data and Interpretations”,          Geological Society of America Bulletin 67 (1956): 957-1049.  12. Id., J. T. Pardee: “Unusual          Currents in Glacial Lake Missoula, Montana”, Geological Society          of America Bulletin 53 (1942): 1569-1600.   13. J. H. Bretz: “The Lake Missoula Floods          and the Channeled Scabland”, Journal of Geology 77 (1969):          505-543; M. Parfit: “The Floods That Carved the West”, Smithsonian          26 (1995) 1:48-59.   14. V. R. Baker: “Paleohydraulics and          Hydrodynamics of Scabland Floods” in: Baker, pp. 255-275 (nota 7).  15. Bretz 1969 (nota 13).   16. M. L. Natland, P. H. Kuenen: “Sedimentary          History of the Ventura Basin, California, and the Action of Turbidity          Currents”, Society of Economic Paleontologists and Mineralogists          Special Publication 2 (1951): 76-107; F. B. Phleger: “Displaced          Foraminifera Faunas”, Society of Economic Paleontologists and          Mineralogists Special Publication 2 (1951): 66-75.  17. O. H. Schindewolf: “Neocatastrophism?”          V.A. Firsoff, tr. Catastrophist Geology 2 (1977): 19-21.  18. S. Gartner y J. P. McGuirk: “Terminal          Cretaceous Extinction Scenario for a Catastrophe”, Science          206 (1979): 1272-1276.  19. L. W. Alvarez, W. Alvarez, F. Asaro, H.          V. Michel: “Extraterrestrial Cause for the Cretaceous-Tertiary Extinction”,          Science 208 (1980): 1095-1108.  20. W. M. Napier, S. V. M. Clube: “A Theory          of Terrestrial Catastrophism”, Nature 282 (1979): 455-459.  21. H. J. Melosh: “The Mechanics of Large          Meteoroid Impacts in the Earth’s Oceans”, Geological Society          of America Special Paper 190 (1982): 121-127.  22. V. Clube, B. Napier: “Close Encounters          with a Million Comets”, New Scientist 95 (1982): 148-151.  23. V. R. Oberbeck, J. R. Marshall, y H. Aggarwal:          “Impacts, Tillites, and the Breakup of Gondwanaland”, Journal          of Geology 101 (1993): 1-19.  24. E. Kristan-Tollmann, y A. Tollmann: “The          Youngest Big Impact on Earth Deduced From Geological and Historical Evidence”,          Terra Nova 6 (1994):209-217.  25. E. Kauffman, quoted in R. Lewin: “Extinctions          and the History of Life”, Science 221 (1983): 935-937.  26. D. Nummedal: “Clastics”, Geotimes          27 (1982)2: 22-23.  27. A. Holmes: Principles of Physical Geology,          rev. ed. (New York: The Ronald Press Co., 1965), p. 512.  28. E.g., R. L. Ecker: Dictionary of Science          and Creationism (Buffalo, N.Y.: Prometheus Books, 1990), p. 102.  29. M. Séguret, P. Labaume, and R. Madariaga:          “Eocene Seismicity in the Pyrenees From Megaturbidites of the South          Pyrenean Basin (Spain)”, Marine Geology 55 (1984): 117-131.  30. P. G. Davis, D. E. G. Briggs: “The          impact of decay and disarticulation on the preservation of fossil birds”,          Palaios 13 (1998): 3-13. 
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